Desde el templo del Lucero: Sanlúcar de Barrameda durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), de Salvador Daza Palacios

martes, 16 de diciembre de 2014

Sanlúcar de Barrameda durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), de Salvador Daza Palacios

Presentación del libro Sanlúcar de Barrameda durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), de Salvador Daza Palacios.




El pasado 13 de diciembre tuvo el placer de presentar el nuevo libro del músico e historiador Salvador Daza Palacios, titulado Sanlúcar de Barrameda durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), publicado por Ediciones Ulises con la colaboración de la Diputación Provincial de Cádiz.
El acto, organizado por la Librería Fórum, tuvo lugar en el salón del colegio La Salle-San Francisco y se cerró con una espléndida intervención del joven guitarrista Carlos Pérez Álvarez.
Han colaborado Carmen Álvarez Marín, directora de Sanlucardearrameda.tv, y Bodegas Delgado Zuleta.

Video y fotografías de Carmen Álvarez


_____







Texto de presentación

En primer lugar quiero agradecer a Salvador Daza que haya confiado en mí para presentar su última obra, a la Librería Fórum por organizar este acto y a todos ustedes por su asistencia. Aunque en principio me sorprendió la invitación de Salvador, no tardé dos minutos en aceptar. Pues para mi es una verdadera satisfacción y un gran honor el que me hace, además de resultarme una tarea bien fácil. Y es fácil porque conozco a Salvador desde hace casi treinta años. En este tiempo he tenido la suerte de contarlo entre mis amigos, y de compartir con él muchas vivencias como compañeros y como colegas. Pero también es tarea fácil porque este libro que hoy presentamos es una excelente historia de la época de la Guerra de la Independencia en Sanlúcar, es una certera radiografía capazmente interpretada, que he leído con avidez y curiosidad.
Permítanme detenerme un poco en el autor, porque creo que es interesante conocer quién está detrás de un gran libro como éste. Quien se lleva horas y horas en los archivos y en casa, delante del ordenador, construyendo nuestra historia a partir de una pléyade de documentos originales. Aunque casi todos los que estáis aquí ya conocéis a Salvador Daza, creo que no está de más recordar que es una persona dotada de una extraordinaria inteligencia y una enorme capacidad de trabajo. Pero además estas virtudes se completan con que Salvador es un hombre comprometido y coherente con sus ideas, fiel a sus principios éticos, íntegro y honesto, con un alto sentido de la justicia, cualidades tan raras en estos tiempos de veleidades, que producen en mí una grata admiración.
Humanista y polifacético, Salvador es músico por vocación y profesión. Ha tocado todas las facetas de la música, como compositor, intérprete y profesor, habiendo desarrollado sus tareas docentes como catedrático del Conservatorio de Sevilla y en la actualidad en el Conservatorio de Jerez.
Como historiador, también vocacional, Salvador está doctorado por la Universidad de Sevilla, y ha publicado varios libros y numerosos artículos. Entre sus obras, asociadas a la Historia de la Música, debo destacar “Música y Sociedad en Sanlúcar de Barrameda (1600-1975)”, Historia de la Banda Municipal de Música o la historia de Juventudes Musicales en Sanlúcar. Los contenidos de estos trabajos superan ampliamente sus respectivos títulos, pues el principal asunto musical ha sido investigado en un amplio contexto socio-histórico, por lo que estas obras resultan ser además ricas fuentes de conocimiento sobre otros muchos aspectos de la ciudad.
Pero su labor investigadora ha traspasado del mero territorio musical y sanluqueño. En colaboración con María Regla Prieto, ha realizado varias publicaciones por las que ambos autores se han especializado en el sugestivo tema histórico-judicial de los procesos criminales seguidos por la justicia a ciertos clérigos en España y América por los asesinatos cometidos entre los siglos XVI y XIX. Son ya cuatro los volúmenes publicados hasta la fecha sobre este tema. Son unos verdaderos expertos.
Aún le queda tiempo a Salvador para cumplir con sus compromisos éticos respecto a la ciudad de Sanlúcar, como buen sanluqueño que ama profundamente su ciudad. Destacado activista cultural, nuestro autor es un defensor a ultranza del Patrimonio Histórico de Sanlúcar, al que ha dedicado numerosos artículos en prensa, y nunca falta en aquellas manifestaciones y actos organizados en defensa del Patrimonio, siempre está allí, entre la gente, como uno más, haciendo ver y oír su descontento ante las nefastas políticas culturales de los sucesivos Ayuntamientos. Sería deseable ver por allí, sobre el terreno, a otros historiadores relacionados con el Patrimonio de la ciudad.






No puedo olvidar la labor altruista que Salvador Daza ha venido desarrollando en las últimas décadas. Junto a otros compañeros, ha puesto en marcha o ha dinamizado diversos colectivos y entidades, tanto musicales como de otro tipo, tales como la Banda Municipal de Música “Julián Cerdán” o la asociación Juventudes Musicales, entre otras. Y, como compositor, Salvador nos ha regalado al pueblo de Sanlúcar esmeradas obras musicales. Últimamente se acaba de estrenar su Himno del V Centenario de la I Vuelta al Mundo.
Hombre de su tiempo, de nuestra era digital, ha publicado algún libro en formato electrónico y se halla muy activo en las redes sociales, interactúa y se retroalimenta a diario con todo tipo de personas a través de la red. Posee su propio blog titulado “Clérigos homicidas”, donde viene tratando muy diversos temas. Me resulta sorprendente que tales actividades, tan enriquecedoras, sean desdeñadas y consideradas poco ortodoxas por los historiadores de la vieja escuela, los que se autoproclaman “historiadores oficiales” que vienen minusvalorando la “historia local” desde “las alturas” de sus universidades. Algún día tendremos que hablar de la dignificación del historiador local. [me refiero aquí a local, en el sentido de vivir en una determinada localidad, no especialmente porque su producción científica se reduzca a una determinada ciudad]
En mi humilde opinión, Salvador Daza es una de las mentes más brillantes que ha dado Sanlúcar en los últimos tiempos. Lástima que los gobernantes de esta ciudad hayan desdeñado reiteradamente su colaboración y sus posibles contribuciones a nuestra sociedad. Sin embargo, a veces es casi mejor caminar por este mundo alternativo, el de los heterodoxos, en el que yo misma me incluyo, porque esas animadversiones “oficiales” suelen tornarse en muchas ocasiones en imparables y placenteros procesos creativos.
Algunas personas pasarán a la historia de Sanlúcar por su personalidad y por sus obras. A mí no me cabe la menor duda que uno de esos nombres con mayúsculas será el de Salvador Daza Palacios.

Respecto a la obra que hoy nos ocupa, “Sanlúcar de Barrameda durante la Guerra de la Independencia (1808-1814)”, una cuidada publicación de la editorial sevillana “Ediciones Ulises”, Salvador Daza realiza, a través de cinco capítulos de ordenación cronológica, un excelente análisis de la vida política, económica y social de ese sexenio que se inicia con el estallido de la guerra hasta la restauración del absolutismo.
Se trata de una etapa histórica muy desconocida para Sanlúcar, pues este periodo se había estudiado de forma muy somera o fragmentaria en algunas obras generales y artículos aislados de otros historiadores. Ahora Salvador nos desvela esta época en toda su extensión y de manera global, con todo rigor y profundidad.

Cuando hablamos de Guerra de la Independencia y la Constitución de Cádiz, se nos viene a la mente toda una “mitología nacional”, basada en los principales héroes y hazañas de aquellos hechos (los fusilamientos del 2 de mayo, la batalla de Bailén, Agustina de Aragón, Daoiz y Velarde, o el general Wellington). Son los mitos forjados por el movimiento romántico, a posteriori, para crear la denominada “esencia nacional”, y en los que se fundamentaron la ansiada “nación española”. Desde entonces quedaron fijados en el imaginario colectivo la valentía de la guerrilla española, su exaltado patriotismo, que venció al enemigo francés de forma improvisada y para sorpresa de toda Europa y América.
A partir de entonces se forjó, con la ayuda del romanticismo europeo, algunos de los más significativos símbolos y tópicos nacionales, que perdurarán hasta bien entrado el siglo XX. Esta prolongación tan artificiosa de aquel “espíritu nacional” se debió al reaprovechamiento que hizo de ello la propaganda del régimen franquista, incluso a través de la canción española y los libros de texto (La Enciclopedia de Álvarez), que venían muy bien para esconder las miserias del franquismo. Pero en el siglo XIX esta nueva imagen de España rectificó la que había hasta entonces, bastante infravalorada por cierto en la Europa ilustrada; y a partir de entonces el “carácter español” se conocerá por su valentía, fortaleza, sentido del honor y amor a la patria, que vino a reforzar aquel legendario carácter guerrero, aventurero y conquistador de los grandes hitos de nuestra historia: la reconquista cristiana, el descubrimiento de América y la guerra de la Independencia.
A todo ello se sumó la gran influencia que ejerció el período liberal y la proclamación de la Constitución de Cádiz. Pues España exportó los modelos de las revoluciones liberales de 1812 y 1820, así como sus instrumentos constitucionales, a Italia, Alemania e incluso a Rusia. Y la Constitución de 1812, con sus principios de libertad e igualdad, influyó directamente en las revoluciones de América Latina.

Este libro de Salvador, que sigue las últimas tendencias en la historiografía local, contribuye a desmitificar los tópicos tejidos en aquella época, que en realidad fue dramática para todos, donde hubo valientes, pero también cobardes y muchos prófugos; y donde triunfaron los patriotas pero también triunfó la miseria en ciudades como Sanlúcar, en la que los estragos de la guerra costaron muchos años en ser superados.
Entre estas páginas encontraremos poco de aquellas grandilocuencias. Es este libro, bien estructurado y con una impecable metodología, Salvador ha reconstruido la verdadera realidad de la época en una ciudad como Sanlúcar, que entonces contaba con unos 14.000 habitantes. Se visualiza una realidad mucho más desgarradora que la pintada en los cuadros románticos. Una realidad protagonizada por la gente corriente de Sanlúcar y su devenir en tiempos de guerra. Muy semejante debió ser la situación en otras poblaciones españolas, con la salvedad que la proximidad de Sanlúcar a Cádiz, último reducto del ejército español y de Las Cortes, provocó algunos hechos más específicos que tuvieron lugar en la ciudad, como por ejemplo la construcción de 26 lanchas cañoneras para ayudar al asedio de Cádiz y que resultó todo un fracaso;  el traslado de cañones desde el puerto de Bonanza a Puerto Real.
En este trabajo, el autor va desgranando el día a día en Sanlúcar, durante los seis años que duró la invasión francesa, la etapa napoleónica, la época constitucional y el restablecimiento del absolutismo por Fernando VII, tan deseado como incumplidor de sus promesas.
Pocos años antes del estallido de la Guerra, Sanlúcar se había beneficiado de algunos favores gubernamentales, impulsados por el favorito Manuel Godoy, gracias a las gestiones y parentelas de algunos sanluqueños como Francisco de Terán. Así, cuando estalla la guerra, Sanlúcar era capital de la nueva provincia creada con su mismo nombre, tenía un Consulado marítimo y terrestre, independiente de Sevilla y Cádiz; se hallaba funcionando el interesantísimo Jardín Botánico, entre otros logros, como la habilitación del puerto sanluqueño para el comercio exterior; la construcción de la carretera hasta Jerez, etc.. Pero la caída de Godoy, la guerra y la vuelta al absolutismo, dio lugar a que todos estos pilares de progreso y desarrollo desaparecieron de un plumazo.
Sanlúcar estuvo ocupada por los franceses durante dos años y medio (5 de febrero de 1810 al 25 de agosto de 1812). Salvador nos va narrando detalladamente los hechos, año por año, casi el día a día, donde van apareciendo en escena los principales protagonistas de aquellos años (los gobernadores Virués o Salamanca, el afrancesado Francisco de Terán, el vicario Rafael Colom, el comisario regio Sotelo, el presbítero Rosales, algunos regidores muy activos como Velarde, Ramos o Esper; entre otros muchos personajes). El autor nos va contando cómo aquellos sanluqueños afrancesados, muchos de ellos provenientes de la Sociedad Económica de Amigos del País, aceptaron de forma sumisa la invasión en nombre de la “paz”; le siguieron los sucesivos juramentos de fidelidad que hizo la ciudad, primero a las leyes napoleónicas, luego a la Constitución liberal del 12; y más tarde al absolutismo fernandino. En paralelo, se van celebrando fiestas populares, pomposos tedeums y funciones religiosas en la Parroquia Mayor.
Desde la perspectiva política, vemos cómo en el Ayuntamiento se van sucediendo los distintos gobiernos de la ciudad, unos por votación popular y otros por decretos militares. A veces, repiten los concejales en una época y en otra, como si nada hubiese cambiado, incluso algún que otro Alcalde. Unos regidores y alcaldes que no cobraban sueldo alguno y a los que en muchas ocasiones les costó el dinero su puesto, ya que tuvieron que prestar o donar fondos al Ayuntamiento, para evitar conflictos o incluso celebrar los festejos de las proclamaciones. A pesar del prestigio que daba el cargo, muchos se resistieron.
En un clima realmente “angustioso”, como bien afirma el autor, y en medio de una enorme crisis de subsistencia donde faltaban los alimentos más básicos, fue un tiempo de penurias tanto para la gente más humilde como para los oligarcas de la ciudad. Todos se vieron afectados. El duque de Medina Sidonia vio mermadas sus rentas en Sanlúcar, pues una parte se las quedó el gobierno francés. Muchos vinateros quebraron debido a las enjundiosas quitas de vinos para los franceses. Todos tuvieron que contribuir a mantener al ejército invasor, que llegó a congregar hasta 3.000 soldados en Sanlúcar, así como a los prisioneros de guerra en una cárcel maltrecha y otros edificios adaptados para esta función. A todos los sanluqueños se les exigieron nuevos impuestos y la contribución extraordinaria de Guerra, y muchos vecinos fueron obligados a ceder sus casas para alojar a la tropa francesa. Todos tuvieron que soportar también los abusos y excesos de los soldados franceses. Muchos también fueron encarcelados. Y a casi todo el pueblo afectó el reclutamiento de 389 / cientos de soldados sanluqueños que se enviaron a la Guerra en sus inicios, más otros 338 mozos para mantener el ejército en época de la Regencia.
Mientras el Ayuntamiento, asfixiado económicamente, tenía que hacerse cargo de la manutención de estos ejércitos, propios y ajenos. Se vivió una “economía de guerra”, con la escasez permanente de fondos, que a duras penas el Cabildo pagaba sólo una parte de lo mucho solicitado por los jefes militares, bajo una presión requisitoria permanente.
En realidad, la historia de estos años en Sanlúcar es la historia de un gran saqueo. El erario municipal se endeudó hasta traspasar todos los límites, para hacer frente a los numerosos gastos e impuestos que se le exigían. Todo el periodo es una sucesión de pedimentos al Ayuntamiento y al pueblo. Y es también es la historia de chantajes y secuestros continuados. El Ayuntamiento vivió bajo la amenaza constante de que los militares secuestrarían a los hacendados y a los propios regidores, tal como se produjo en más de una ocasión, hasta que pagase las exigencias contributivas de los militares. Llegó a producirse chantaje incluso con el calzado de los soldados, pues en verdad aquella guerrilla heroica, magnificada por los románticos, no tenía ni para zapatos. Así, en época de la Regencia hasta que el Ayuntamiento no les procuró zapatos nuevos, las tropas no se marcharon de Sanlúcar. Por su parte, también el Ayuntamiento amenazaba al vecindario con detenerlos militarmente si no pagaban los impuestos correspondientes.
No faltaron en Sanlúcar las acciones rebeldes de algunos sanluqueños a la invasión. En varias ocasiones aparecieron en las calles algunos franceses asesinados. Esta situación es bien definida por Salvador como la “guerra silenciosa”, pues muchos de estos crímenes, así como  los robos y saqueos, que se produjeron por ambos bandos, nunca aparecerían reseñados en los documentos oficiales.
En este relato de vida cotidiana de la ciudad, en esta microhistoria, Salvador va documentando y rescatando todos y cada uno de los aconteceres que se producían en la ciudad, como por ejemplo la breve visita del nuevo Rey José I; la llegada del mariscal Soult; las depuraciones de los afrancesados; los festejos organizados con motivo de la proclamación de la Constitución de Cádiz, muy semejantes a los celebrados después para proclamar la restitución de Fernando VII. El libro es rico en la narración de sucesos más rutinarios, como la celebración de la Semana Santa en 1814; la problemática suscitada con el cementerio; la deplorable situación de la cárcel y de los presos; las alarmas de epidemias; el funcionamiento del único hospital de San Juan de Dios; el movimiento portuario de estos años; los destinos de palacetes como la Casa Arizón o la Casa Moreda del Pradillo como cuartel de franceses y alojamiento de sus oficiales; noticias sobre los conventos exclaustrados al inicio de la guerra y devueltos a sus comunidades en 1813; los inventarios de los enseres existentes en sus Sacristías; la torpe voladura del Castillo del Espíritu Santo que ejecutaron los sanluqueños por falta de pólvora; el nauseabundo estado de las escuelas públicas; la realización del paseo del campo de San Francisco; o la instalación de la imprenta inglesa de Francisco Sales del Castillo, etc, etc.
Debo destacar la inserción en este trabajo de jugosas crónicas periodísticas, los curiosos textos de algunos discursos y proclamas, las letrillas populares compuestas para las fiestas, o las meticulosas descripciones de los desfiles de carrozas y las arquitecturas efímeras, que se montaron para celebrar tanto la Constitución como el Absolutismo.
Para ir finalizando, decir que en la etapa constitucionalista se abrieron nuevas esperanzas para el progreso de Sanlúcar, bajo el paraguas de “unas leyes modernas, liberales y hasta cierto punto justas”, en palabras de Salvador, donde la separación de poderes y el respeto a los derechos y libertades ciudadanas garantizarían mejoras en el bienestar social. La población suspiró aliviada con la supresión de algunos impuestos, se comenzó a luchar contra el fraude de la venta de carne, se liberalizó la venta del tabaco, ser reorganizó la plantilla municipal y sus sueldos… Sin embargo, apenas dio tiempo de empezar a disfrutar de estos avances. El Deseado se encargó de derogar la Constitución. Y en un tiempo vertiginoso se sucede en el Ayuntamiento un golpe de estado absolutista, la vuelta al constitucionalismo y de nuevo la instauración del absolutismo. Es de imaginar que la mayoría de los sanluqueños asistirían pasmados al transcurso de estos hechos, aunque parece que se adaptaban pronto a esos cambios. Tampoco les quedaba más remedio.
Como colofón al sexenio, Sanlúcar quedó devastada y arruinada a consecuencia de la guerra. Aunque, muy pronto la ciudad comenzaría a prepararse para vivir una nueva etapa de prosperidad como centro pionero del turismo moderno.

En definitiva, este nuevo libro de Salvador es una obra rigurosa y escrupulosamente documentada, y es también un libro ameno y entretenido, pues la narración transcurre con fluidez, como si de una novela se tratara. Estamos, pues, ante una obra imprescindible en la historiografía de la ciudad de Sanlúcar, que reconstruye un eslabón fundamental de nuestra cadena histórica.
No me queda más que darle a Salvador Daza mi más sincera enhorabuena por este excelente trabajo y recomendar su lectura a todos ustedes.

***






No hay comentarios:

Publicar un comentario