Desde el templo del Lucero: La plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Construcción e inauguración.

sábado, 10 de diciembre de 2011

La plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Construcción e inauguración.


                                                                                                                             Ana Gómez Díaz-Franzón

Artículo publicado en Sanlúcar de Barrameda, nº 36 (2000), con motivo de la conmemoración del I Centenario del coso sanluqueño.


Las fiestas de toros están documentadas en Sanlúcar desde el siglo XVI, cuando ya destacaban los Spíndola por poseer buenas ganaderías de toros bravos en el término sanluqueño. Los festejos se celebraban entonces con regularidad en la plaza Alta y en la plaza de la Ribera (plaza del Cabildo). Tras las prohibiciones del siglo XVIII, la fiesta cobró nuevo auge, construyéndose varios ruedos de madera que, con carácter efímero, se instalaron en diferentes lugares de la ciudad, como en El Palmar de San Sebastián, patio de armas del castillo de Santiago, huerta de Santo Domingo o el antiguo convento de San Francisco (1).
Las dos últimas plazas sanluqueñas, anteriores a la actual, fueron la inaugurada el 11 de mayo de 1884, denominada “La Victoria”, que estaba ubicada en la calle Molinillos, la cual era de forma circular y estaba realizada en madera de pino. Al desaparecer ésta hubo otro coso efímero en la calle Alcoba, construido por los industriales y aficionados sanluqueños Agustín Vichera y Antonio Dorado, que fue inaugurado en 1898.

Un sitio prodigioso
Como ubicación para la nueva plaza de toros se eligió un paraje emblemático en las afueras de la ciudad, situado en el camino del puerto de Bonanza, en sitio muy próximo al campo de San Francisco el Viejo, donde ya estuvo otra plaza de toros de madera entre los años finales del siglo XVIII y principios del XIX. Se trata de un lugar situado debajo de la barranca natural, que divide longitudinalmente la ciudad histórica, quedando arriba el llamado Alto de las Cuevas.
Muy cercanos se encontraban entonces los jardines de El Pino -desaparecidos-, cuya creación databa del siglo XVIII y se denominaba como tal por aludir al pino que se dice fue plantado por el propio San Diego, en 1449, en esta zona aledaña al primitivo convento franciscano de Sanlúcar y muy próximo a la ermita de San Diego. A los piñones que daban estos pinos se atribuyeron propiedades curativas y milagrosas, asegurándose que habían sanado a numerosas personas de las fiebres provocadas por las terribles epidemias de la época. También al Hospicio de los Canarios, integrado en aquel antiguo convento de San Francisco el Viejo, se le llamó Ntra. Sra. del  Pino, al igual que al barrio que había surgido en sus proximida­des, donde existía una fuente y varios manantiales. El entorno se completaba con fértiles huertas y una amplia arboleda de álamos negros, actualmente desapareci­das ante el avance del proceso urbanizador, de forma que hoy la plaza de toros ha quedado plenamente integrada en la trama urbana de la ciudad.
En este "prodigioso" espacio se edificó, en 1900, la actual plaza de toros, gracias a la iniciativa y gestiones llevadas a cabo por una Socie­dad constituida para tal objeto, siguiéndose una fórmula muy habitual en la época para la edifi­cación de plazas de toros en otras muchas ciudades españo­las. Esta agrupación de aficiona­dos taurinos de Sanlúcar se denominó Sociedad Anónima Plaza de Toros, estando ocupa­da la presidencia de su comisión ejecutiva por el sanluqueño José Hidalgo Colom.

De plaza provisional a coso permanente
Pero el proceso de cons­trucción del coso sanluqueño no estuvo exento de problemas. Al parecer, la plaza comenzó a edificarse sin los oportunos permi­sos de obras, por lo que Gobernación Civil de Cádiz sus­pendió los trabajos de ejecución el 3 de marzo de 1900, tal como se señala en la correspon­dencia que mantiene este año el Ayuntamiento de Sanlúcar con Gobernación de Cádiz, cuya Comisión de Edificios Públicos era la encargada de dar el defini­tivo visto bueno al proyecto de edificación.
La plaza debía estar casi finalizada cuando, en fecha tan avanzada como el 26 de mayo de 1900, un mes y medio antes de la inauguración oficial, el arquitecto Antonio Arévalo Martínez remite la Memoria y cuatro planos del nuevo coso sanluqueño -documentos no localizados- al Ayunta­miento(2), para que fuesen enviados, a su vez, al Goberna­dor Civil de la provincia de Cádiz, que debía emitir la autorización.
En la correspondencia, conservada en el Archivo Municipal de Sanlú­car, consta que la documentación de este proyecto fue enviada a Cádiz dos días más tarde, el 28 de mayo, cruzándose este correo con el remitido a la Alcaldía sanluqueña por el Gobernador Civil, de la misma fecha, en cuya misi­va se informa que se mantiene la suspensión de las obras llevada a cabo en el mes de marzo, estan­do a la espera de recibir el pro­yecto de obras, advirtiéndosele al alcalde que "debe Ud. cuidar escrupulosamente que en manera alguna se reanuden los trabajos, sin que antes queden cumplidos todos los requisitos legales"(3). Inmediatamente el Ayuntamiento comunicó al Gobernador que dicha documentación había sido enviada a Cádiz con la misma fecha.
Aún se presenta­ron nuevos obstáculos adminis­trativos, pues en una carta del Gobierno Civil(4), fechada el 13 de junio de 1900 -a menos de un mes de la inauguración y a unos días de la novillada que estrenó el coso-, en la que se comunica al Alcalde que, una vez examinado el pro­yecto de obras por la Junta Con­sultiva de Teatros, ésta había dic­taminado denegar la autorización "para construir el mencionado edificio con carácter permanen­te", pues el proyecto presentado no cumplía algunos de los requi­sitos exigidos en el Real Decreto de 27 de octubre de 1885, por el que se creaba las Junta Consulto­ra del Teatro de Madrid y las res­pectivas provinciales y se publi­caba el Reglamento de Construcción y Mejoración de Edificios destinados a Espectáculos Públi­cos, proponiéndose algunas modificaciones al proyecto.
En base a la anterior documentación, todo hace pensar que el nuevo coso de Sanlúcar se inauguró oficialmente en 1900 con carácter provisional pues, tal como se menciona en el último escrito de Gobernación, "sólo puede autorizarse la construcción para que pueda explotarse por el término de cua­tro años"(5), por no ajustarse el proyecto a lo que determina el artículo 5o del Reglamento, el cual prohibía el uso de madera en las estructuras arquitectónicas de los edificios destinados a espectácu­los públicos. Aunque no se ha localizado la documentación que lo corrobore, es muy probable que, tras la inauguración, se lleva­ran a cabo las reformas señaladas por la comisión gaditana, proba­blemente la sustitución de las estructuras de madera por otras de fabricación de obra al objeto de obtener la correspondiente licen­cia como edificio de apertura permanente.
En el mismo dictamen mencionado se relacio­nan los requisitos que debía cumplir la nueva edificación para que pudiera otorgarse la autorización provisional de apertura durante cuatro años: las obras debían estar dirigidas por un arquitecto "que responda a la ejecución y seguridad de las mis­mas"; las puertas para dar salida al público debían abrir hacia fue­ra, según determinaba la regla décimo tercera del artículo 4o del Reglamento; y además tendría que establecerse un paso de 60 centímetros de ancho como míni­mo, debajo de la gradería, que quedaría apoyado sobre los tiran­tes de los arcos formeros, al obje­to de poder reconocer y vigilar las carpinterías con regularidad, pudiéndose atajar con prontitud cualquier conato de incendio.
Este informe de la Gobernación de Cádiz fue comunicado por la Alcaldía sanluqueña (15 de junio de 1900), a José Luis Fernández Terán, miembro de la Comisión ejecutiva de la obra de la plaza de toros, para que se efectuasen las reformas señaladas.

Arquitectura neomudéjar con matices modernistas
La plaza de toros de Sanlúcar se construyó en el ya tradicional estilo neomudéjar que, a nivel nacional, se había normalizado para este tipo de construcciones festivas, desde que el arquitecto Rodríguez Ayuso adoptara esta concreta fórmu­la historicista para construir la antigua plaza de toros de Madrid, erigida en 1874 en la carretera de Aragón, ya desapa­recida. Las formas neomudéjares de este edificio madrileño marcó todo un hito arquitectóni­co, no sólo respecto a la cons­trucción de estas construc­ciones taurinas, sino en relación a otros numerosos edificios civi­les -teatros, kioscos, villas de veraneo, etc.-, que siguieron esta orienta­ción neomudéjar, cuyo estilo se generalizaría a partir de entonces en todo el ámbito nacional y sobre todo en el territorio andaluz, contemplándose como el pri­mer hallazgo de aquella "arqui­tectura nacional" que los nuevos idearios nacionalistas y regionalistas andaban buscando como reacción a las codi­ficadas formas academicistas.

Antigua plaza de Toros de Madrid. Rodríguez Ayuso.
Así pues, con estas formas que recu­peraban la antigua arquitectura mudéjar realizada tras la reconquista cristiana, en los siglos XIV y XV, se edifica­ron otras muchas plazas de toros españolas hasta fechas muy avanzadas, como las de Gijón o Albacete, e incluso la nueva pla­za madrileña de Las Ventas man­tendrá vigente el estilo en 1931, año en que se inauguró. Además, esta estética traspasará las fronteras españolas, construyéndose en neomudéjar la plaza de toros de Campo Pequeño en Lisboa; y saltará el Atlántico para conformar algunas plazas latinoamericanas como la de Santamaría de Bogotá (1931) o la de Manizales (1951), también en Colombia, entre otras.
La influencia de esta estética arquitectónica, implanta­da por Rodríguez Ayuso en la plaza madrileña de la carrera de Aragón, se encuentra bien paten­te en la concepción de buena par­te del proyecto diseñado por Antonio Arévalo Martínez para el coso de Sanlúcar. Si bien esta ciudad ya contaba con un excepcional antecedente arquitectónico de este estilo neomudéjar a nivel nacional, materializado de forma muy temprana (1853) en el palacio Orleans-Borbón(6). Arévalo Mar­tínez destacó como uno de los arquitectos más sobresalientes del historicismo y regionalismo en la  baja Andalucía. Trabajó en Sanlúcar, como arquitecto municipal(7), entre 1892 y 1910, fecha en que pasó a Sevilla para ocupar el mismo cargo, dejando una extensa obra tanto en ambas ciudades.
Esas concomitancias entre la antigua plaza madrileña y la de Sanlúcar se observan en el general estilo neomudéjar adopta­do en las dos edificaciones, así como en algunas formas y ele­mentos tan peculiares como la subdivisión de sus perímetros exteriores en sectores verticales mediante pilastras, que terminan en remates de tipo poligonal escalonado; la localización en ambas plazas de un arco de herradura, abierto o cegado, en cada uno de los sectores del primer cuerpo; o el avance de la fachada principal sobre el plano general del edifi­cio, la cual queda configurada en tres cuerpos y tres sectores verti­cales, sirviendo de acceso un gran arco de herradura.
La planta de la plaza de Sanlúcar dibuja una circunferen­cia a la que se adosan algunas dependencias de servicios y donde sobresale levemente el volumen rectangular de la facha­da principal. Hacia el exterior, sobre el fondo del paramento, que aparece revestido con un aplacado de piedra tarifa irregular, todo el perímetro del edifi­cio queda subdividido, vertical­mente, en alargados sectores, mediante salientes pilastrones que se coronan, en el primer cuerpo, con unas peculiares for­mas estrelladas –utilizadas por Arévalo en otros edificios-, las cuales actúan a modo de capiteles. Cada una de estas pilastras divisorias culminan, por encima de la comisa, en remates de tipo piramidal escalonado de raíz hispano-árabe.
Al mismo tiempo, el exterior de la plaza presenta tres cuerpos, disminuyendo en altura según ascienden. El primero está confi­gurado por una sucesión de arcos de herradura entre pilastras e insertos en alfices, uno por cada sector, hallándose muchos de ellos cegados, algunos semicegados y otros abiertos para las puertas de acceso. Sobre este pri­mer piso se superpone un segun­do cuerpo, el cual se encuentra conformado por unidades de tres pequeños y esbeltos arcos de herradura ubicadas en cada sec­tor. Por último, se presenta un tercer cuerpo, de menor altura que los anteriores, que está com­puesto por una consecución de vanos circulares moldurados, siguiéndose un ritmo de un vano por sector.
La fachada principal, abierta hacia la plaza de El Pino, se adelanta ligeramente sobre el plano general del edificio, a modo de pórtico con densos pilastrones que la flanquean. Su composición queda compartimentada en tres cuerpos y tres sectores verticales, separados mediante pilastras, siendo más ancho el cen­tral. El primer cuerpo alberga la puerta principal, abierta mediante un gran arco de herradu­ra, ubicándose en los sectores laterales dos pequeñas ventanas, una a cada lado, también con arcos de herradura, que sirven para la venta de las entradas de sol y sombra, respectivamente. Estos tres arcos principales de la fachada se orna­mentan con rejería de forja. En el cuerpo superior se mantienen los vanos de herradura, configurándo­se unidades de tres arcos en el sec­tor central, y dos en cada lateral. Por último, en el cuerpo superior se abren ojos de buey en cada uno de los dos secto­res laterales, mientras que en el central se ubica una cartela hori­zontal moldurada, en cuyo interior se inserta el nombre de "Plaza de Toros" en relieve con tipografía modernista.
Estos matices modernis­tas, que otorgan al coso sanluqueño un cierto eclecticismo estilístico, propio de la arquitec­tura de la época, se evidencian, además de la última tipografía mencionada, en las formas de las estrellas-capiteles con semiesferas centrales, que rematan las pilastras del primer cuerpo a modo de capiteles; así como el coronamiento de la fachada principal, estructurado mediante un caprichoso y volu­métrico almenado con penacho central, donde se inserta un relie­ve con el escudo de Sanlúcar, bastante deteriorado. Todo este lenguaje se incluye dentro de la nueva estética modernista que tiene precisamente su momento de eclosión en estos primeros años del siglo XX.
Por último, hay que mencionar el juego cromático que se establece en el exterior de la plaza de toros de Sanlúcar, donde se yuxtapone el color albero de pilastras y cerramien­tos de vanos a la tonalidad ocre general del pétreo paramento, los cuales contrastan adecuadamente con el color almagra, tan taurino y tan barroco, que presentan los recercados de arcos y molduras en los vanos de puertas y venta­nas. La larga tradición cromática, propia de la arquitectura barroca bajoandaluza, donde pre­dominan estos alberos y alma­gras, se mantiene a lo largo de los siglos, siendo un buen ejem­plo de esa herencia las tonalidades que distinguen al coso sanluqueño. Por su parte, el remate de la fachada principal, pintado de color blanco -se desconoce si es el color original-, pone el contrapunto tonal y esti­lístico a esa equilibrada combinación cromática de alberos, ocres y almagras.

Estructura de la plaza
Tras la rehabili­tación efectuada [1999-2000] con motivo del I Centenario de su construcción, la plaza sanluqueña contará con una capacidad para unos 5.600 espectadores aproximadamente, unas 400 localidades menos con res­pecto al aforo que tenía con ante­rioridad a las reformas.
El interior consta de dos pisos divididos en asientos de barrera, gradas descubiertas de primer y segundo tendi­dos, gradas de cubierta y siete palcos, siendo el diámetro de su redondel de 37 metros. La zona superior se cubre con cubierta inclinada a una sola vertiente, que queda sostenida por finas columnillas de hierro, rematadas con sencillas formas avolutadas de perfil triangular como única deco­ración. De esta forma se establece un sistema adintelado en el piso superior, reservándose la mayor concentración de elementos orna­mentales para la zona del palco presidencial. Por su parte, el graderío asienta sobre una concate­nación de arcos formeros, los cua­les componen el pasadizo inferior que rodea el perímetro de la pla­za. Además, el edificio cuenta con las dependencias anexas necesarias en este tipo de construcciones, como son los ocho chiqueros existentes, una cuadra con cabida para ocho o diez caba­llos, capilla, enfermería, quirófa­no, servicios y oficina.
Desde sus inicios y hasta la actualidad, la plaza de Sanlú­car contó, además del palco pre­sidencial, con un palco de pro­piedad privada que cuenta con seis localidades, el cual fue adquirido en diciembre de 1901 por el Infante don Antonio de Orleans y Borbón en la cantidad de 10.000 pesetas. Tan elevado precio hace pensar en que esta compra pudiese constituir más una contribución a la construc­ción del edificio que la simple compra de uno de los palcos de la plaza. Esta suposición parece quedar corroborada al darse la circunstancia de que la Sociedad Plaza de Toros había cobrado ya esta cantidad con anterioridad a la firma de la escritura de com­pra. Este palco, que se encuentra situado en el lateral derecho al palco de presidencia, tiene la for­ma de un trapecio, midiendo 1,73 metros el lado que mira al redondel; 1,90 m. el lado opues­to que se abre al pasillo; y 3,05 m. cada uno de los otros dos laterales. Estos últimos datos sobre la adquisición del palco por la familia Orleans-Borbón se conocen gracias a la copia de la escritura de compra localizada por el investigador taurino Ser­vando Repetto Fernández.

Inauguración de la plaza del Pino
Aunque la nueva plaza de toros se estrenó con una novillada, que se celebró el día 1 de julio de 1900, con reses de Miura para los denominados "Niños cordobeses", Machaquito y Lagartijo Chico, muy célebres por aquellos años, la inauguración oficial tuvo lugar el domingo, día 15 de julio de 1900, con seis toros del ganadero y vinatero sanluqueño Carlos de Otaolaurruchi. El cartel inaugural quedó compuesto por los espadas Emilio Torres Bombita, el sanluqueño Manuel Hermosilla y El Algabeño, aunque este último no pudo asistir a tan sig­nificativa cita taurina para el pueblo de Sanlúcar por haberse lesionado en un festejo celebrado días antes, de forma que la corri­da terminó siendo un mano a mano entre Hermosilla y Bombi­ta, con la ayuda de El Gordito de Sanlúcar, si bien los resultados de este primer espectáculo taurino no fueron muy lucidos.
Para tan importante evento se editaron dos carteles anunciadores, uno de lujo, litografiado a varios colores, del que se realizaron algunos ejemplares en seda; ade­más de otro cartel más sencillo, ilustrado con pequeñas viñetas litografiadas en color negro, del que también se realizaron algu­nas unidades en seda. Este últi­mo cartel ofrece mayor informa­ción sobre el evento que el ante­rior, incluyéndose el aviso al público aficionado de la provin­cia sobre los transportes extraor­dinarios con que contarían para tan singular tarde de toros en Sanlúcar, como fueron los trenes especiales que partieron desde Cádiz, Jerez y El Puerto de Santa María, así como los vapores que salieron y volvieron, tras el feste­jo, a Sevilla, Rota y Chipiona. También en el cartel anunciador se consignan los diferentes pre­cios que costaron las entradas de tan significativa fiesta de toros:
Palcos con 8 entradas                   150 ptas.
Sillas de palco con entrada            12 ptas.
Vallas con ídem                               12 ptas.
Palco bajo con ídem                        12 ptas.
Sombra alta y baja                          5 ptas.
Sol alto y bajo                                   2,5 ptas.
A continuación se trans­criben algunas crónicas taurinas publicadas sobre aquella jomada inaugural de la nueva plaza de toros de Sanlúcar, que vieron la luz al día siguiente de su celebra­ción, 16 de julio, en el Diario de Cádiz y en el periódico jerezano El Guadalete, así como los comentarios realizados por los escritores Manuel García López y José Antonio Caballero, cuyos textos aparecen recogidos en la biografía de Manuel Hermosilla, realizada por Ser­vando Repetto(8).
En el periódico jerezano El Guadalete apareció una breve nota sobre el festejo sanluqueño, firmada por los cronistas Eduar­do Gutiérrez y José Garrido, sobre la que Manuel García López realiza el siguiente comentario, en su artículo publi­cado en La Voz del Sur (14-agosto-1981), con motivo del 81° ani­versario de la inauguración del coso sanluqueño (9):

"lo cierto es que no fueron muy explícitos sobre lo ocurrido en el coso del Pino, aparte unos curiosos detalles que hoy no sue­le incluirse en las reseñas: las pérdidas. Pero iremos por parte: en su nota se contaba que hubo mucho "tifus", lo que motivó la pérdida de unas 5.000 pesetas —casi lo que cobraron los dos matadores del cartel—, la plaza no se llenó, el ganado, bien presentado, gordo y bien armado, no respondió, que fueron todos berrendo en negro y listón. Se expusieron de manifiesto en el lugar donde solía hacerse por aquellos tiempos: en el Pozo de las Vacas, abrigados por varios cabestros. Pero del festejo, tau­rinamente hablando, nada aportaron como reseña"
Este mismo autor, Manuel García López, recoge en el artículo citado el comentario que también escribiera, sobre aquella corrida inaugural, José Antonio Caballero en su obra titulada “Manuel Hermosilla” (Madrid, 1928), de igual forma recopilado en la obra de Servan­do Repetto y del que extractamos los detalles de la corrida:
"Esta corrida fue acci­dentada desde su gestación; en dicho año se propuso correr una aventura como empresario, un conocido médico de Jerez, que además de la de Sanlúcar, tomó en arrendamiento los tauródro­mos de Cádiz, El Puerto y Jerez. Representante de la empresa era Manuel Campos, hermano de Cara-ancha, quien al dejar la profesión taurina se dedicó a los negocios de toros, en la que era muy entendido. (...) la nueva pla­za se había inaugurado ya el primero del citado mes y año con una novillada de Miura para los niños cordobeses, entonces en candelero. Sin embargo, la inauguración oficial puede decirse que lo fue con la corrida que nos ocupa, para la que se adquirieron seis toros del finado ganadero sanluqueño don Carlos Otaolaurruchi y escritu­raron a Hermosilla, Emilio Bombita y El Algabeño. Manuel [Hermosilla] no podía faltar a la cabeza del cartel a pesar de estar ya retirado, de hecho, de la profesión. En los días preceden­tes a la fiesta resultó herido El Algabeño y la empresa acordó dar la corrida con los dos espa­das antes citados. El festejo fue desgraciado para los componentes locales. Las reses salieron difíciles y mansurronas. Hermo­silla es cogido por el primer toro, al trastearlo velentísimo con la muleta, causando el per­cance gran impresión. Por fortu­na, este tuvo escasa importancia, pero se vio claro que Manuel estaba agotado para la ruda lucha con los toros. Hermosilla se resistió a pasar a la enferme­ría, consiguiéndolo Manuel Campos, representante de la empresa y antiguo amigo suyo y compañero, que tuvo que bajar al ruedo acogiendo cariñosa­mente al viejo torero. Lidiábase el cuarto toro cuando salió Manuel de la enfermería con la cabeza vendada y en un estado deplorable, y de esta forma esto­queó al quinto. Los lidiados en segundo y cuarto lugar los mató Emilio Bombita y el sexto, El Gordito de Sanlúcar, que actua­ba como sobresaliente, quien con Perico Recorte y Rafael Díaz Ostión, novillero sanluque­ño, formaban la cuadrilla de Hermosilla. Vistió esta dicha tarde un traje morado bordado en negro, uno de aquellos trajes de torero que olía a hombría y serenidad. Dijimos que la corri­da fue desgraciada para los ele­mentos locales y en ello nos rati­ficamos toda vez que no sólo fue Manuel víctima de una cogida, sino que también lo fueron El Gordito y El Ostión, no acompa­ñándoles la fortuna en toda la tarde. Y para concluir, acerca de esta fiesta, diremos que, requeri­do Hermosilla para cobrar sus honorarios -a los que no puso precio- pidió cincuenta duros menos que su compañero Bom­bita, rasgo de modestia que no fue atendido por la empresa entregando ésta la suma igual al contrato de Bombita".
La plaza de Sanlúcar pasó en 1906 a ser propiedad de la familia Surga, de Las Cabezas de San Juan, muy vinculada a Sanlúcar y al mundo taurino como ganaderos de reses bravas, que desde entonces la arrendó al Ayuntamiento o a diferentes empresarios taurinos. En 1944 fue adquirida por el Ayuntamien­to de Sanlúcar, siendo adjudicada a partir de esta fecha a diversos empresarios, que han gestionado los festejos taurinos celebrados en esta plaza hasta hoy. Entre ellos ha destaca­do Francisco Casado, (Fatigón), quien tuvo a su cargo la plaza de Sanlúcar en las décadas de los años 60 y 70. En la actualidad  [2000], desde 1997, gestiona el coso sanluqueño el empresario taurino Francisco Dorado Rodríguez, quien también lleva otras impor­tantes plazas españolas como las de Córdoba, Jaén, Ciudad Real, Antequera o Algeciras.

Sanlúcar de Barrameda es célebre por ser cuna de buenos y numerosos toreros. Ya despun­taron, en el siglo XIX, Francisco Ezpeleta y Manuel Hermosilla; y en el siglo XX han sido y son de renombre los diestros Limeño -del que existe un busto delante de la plaza de toros, realizado por la escultura sanluqueña Mª José Gómez Santiago-; Juan Carlos Beca Belmonte; El Marismeño, José Luis Parada, Pepín Vega, Juan Montiel, Álvaro Már­quez, El Sanluqueño, Manolo de los Reyes, El Mangui, Carmelo y Paco Ojeda, entre otros. Además, parece que las tierras y aires tau­rinos de Sanlúcar ejercen una especial atracción entre toreros y matadores de otros lugares, de forma que algunos espadas espa­ñoles pasan largas temporadas o han fijado su residencia en esta tierra. En este sentido, es curioso apuntar cómo tan­to Emilio Torres Bombita como El Algabeño, ambos incluidos en el cartel inaugural de la plaza sanluqueña, veraneaban en San­lúcar por aquellos primeros años del siglo XX (10).
No cabe duda que la ya centenaria plaza de toros de San­lúcar constituye uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad, tanto por sus valo­res históricos, como por los arquitectónicos y culturales, los cuales justifican sobradamente su conservación. En tal sentido, el edificio se encuentra catalogado en el PGOU de Sanlúcar con el máximo grado o Protección Integral, garantizándose así el mantenimiento de sus elementos estructurales. A sus singu­lares características sobrarían en exceso la adición de falsos o "modernos" añadidos que desfi­guren su fisonomía original.
Tampoco cabe la menor vacilación sobre la justificada perma­nencia de la ajardinada plaza de El Pino, única reminiscencia de los antiguos jardines que existieron durante largo tiempo oxigenando este emblemtico lugar, pues aunque aún necesita de ciertas mejo­ras y, sobre todo, del adecuado mantenimiento, esta plazuela resulta ser el más espléndido vestíbulo de entrada a la ya cen­tenaria plaza de toros de Sanlú­car, cuya hermosa perspectiva urbana queda aún más embelleci­da y dignificada con la presencia de este preliminar y verdeado espacio urbano.



 NOTAS
(1)   Sobre las antiguas fiestas de toros y las distintas plazas existentes en Sanlúcar a través del tiempo se pueden consul­tar las obras de Pedro Barbadillo Delgado: Historia de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz, Ed. Escelicer, 1942) Ed. Facsímil Ed. Gemisa. Sevilla, 1989; Antonio Moreno Ollero: Sanlúcar de Barrameda a fines de la Edad Media. Cádiz, 1983; Servando Repetto Fernández: Biografía de Manuel Hermosilla (Sanlúcar, 1997); y Araceli Guillaume Alonso: "La historia taurina de Sanlúcar documentada en el Archivo Ducal de Medina Sidonia", en ciclo de conferencias organizado con motivo del I Centenario de la plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda.
(2)  Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda (A.M.S.B.) Urbanismo. Disciplina y Edificación. Leg. 1157. Exp. n° 2.
(3)   A.M.S.B. Leg. 1157. Urbanismo. Disciplina y Edificación. Exp. n° 2. Carta del Gobierno Civil de Cádiz a la Alcaldía de Sanlúcar (28-05-1900).
(4)   A.M.S.B. Leg. 1157. Urbanismo. Disciplina y Edificación. Exp. n° 2. Carta del Gobierno Civil de Cádiz a la Alcaldía de Sanlúcar (13-06-1900).
(5)  Ibídem.
(6)   Gómez Díaz-Franzón, A., Pérez del Prado, S., y otros: El palacio Orleans Borbón de Sanlúcar de Barrameda. Sanlúcar: Ayuntamiento, 1989.
(7)  Pedro Barbadillo Delgado: Op. cit., pág. 553.
(8)    Servando Repetto Fernández: Biografía de Manuel Hermosilla. Sanlúcar de Barrameda: Ayuntamiento, 1997; págs. 226-230 y 324.
(9)  Este comentario de Manuel García López es recogido por Servando Repetto: opus cit., pág. 226-227.
(10)             Repetto Fernández: Op. cit.; pág. 232.

Reseña bibliográfica: Ana Gómez Díaz: “La plaza de toros de Sanlúcar, I Centenario”, en Sanlúcar de Barrameda, nº 36. Sanlúcar: Santa Teresa Industrias Gráficas, 2000.
Fotografías: Agustín Martínez Mellado


Video de la Plaza de Toros de Sanlúcar. Manuel Sosa Romero (2010)



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